No sé sobre vino, pero ultimamente he conocido tres variantes de esta bebida con sabores realmente diferentes.
El vino con sabor a película de Ingmar Bergman: este me hacer querer sentarme a conversar con mi madre sobre su vida, conocer como era su mundo antes de mi existencia, poder comprender sus acciones y decisiones que la llevaron, nos llevaron, a donde nos encontramos ahora. Es un vino muy amargo, que sabe a drama familiar, a secretos, a todo eso que es prohibido decir pero que en el fondo todos aquellos con quienes compartimos apellido saben.
El vino con sabor a jugo de uvas: este es el vino que sabe a inocencia fingida, a mal disfraz y a estupidez, porque nadie que ya sea adulto puede creer que el vino sabe a jugo. Este vino me da nauseas, solo pensar en él me revuelve el estómago y en grandes cantidades llega a ser verdaderamente tóxico. Pienso no volver a tomarlo y me mantendré alejado de cualquier botella cuya etiqueta esté demarcada por una niñez que debió haber terminado hace varios años.
Y por último, el vino con sabor a saliva de otra persona. Este es curioso, ya que su sabor y textura depende de quién lo haya probado con anterioridad. Si la saliva es de algún amigo, no hay ningún problema, se puede tomar con gusto, e incluso se puede hasta disfrutar más, todo depende de la clase de amigo con el cual se haya compartido la botella, pero también existe la posibilidad de que lo haya probado alguien que lo convierte en "jugo de uvas", cuando esto pasa me abstengo de probarlo, por los motivos anteriormente mencionados.
El día de hoy creo que tomaré un poco del primero, por dos motivos, hoy es el cumpleaños de mi madre y hace rato no me siento a conversar con ella sobre su vida, y por otro lado se acercan las celebraciones en familia, nunca está de más un poco de bebida amarga en estas fechas.
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